El obispo ordeno a Blomfield reubicar ciertas tumbas que había en el cementerio, pues parte de ese terreno era donde construirían las vías del tren, que empezaban a conformar el complejo esqueleto ferroviario de la época. Por supuesto Blomfield dejó esa molesta tarea para su ayudante quien tuvo que encargarse de que se desenterraran todos los ataúdes y cadáveres, que fueron enterrados de nuevo en otra localización. Sin embargo las lapidas no tenían un destino claro, y Hardy pensó que deshacerse de ellas o lanzarlas al río Támesis sería un acto irrespetuoso por lo que decidió colocarlas en forma de circulo rodeando un joven árbol, al fin y al cabo las tumbas que había en la parte desmantelada del cementerio eran muy antiguas y prácticamente nadie se acercaba a visitarlas.
Años después el árbol fue creciendo y su tronco y raíces fueron envolviendo aquellas antiquísimas lapidas dando el aspecto de las eran parte del mismo árbol. Para Thomas Hardy el año que trabajó desenterrando cadáveres y ataúdes no pasó en vano, pues le sirvió como fuente de inspiración para los más sombríos pasajes de sus novelas.