En el actual Palacio Real, construido por los Borbones, se atesoran, como si de una pequeña colección de enigmas se tratase, infinidad de anomalías y sucesos extraños. Este magnífico edificio se encuentra ubicado en un sitio privilegiado, junto a la ribera izquierda del río Manzanares (Madrid), justo entre la plaza de Oriente y el Campo del Moro.
Aunque los hechos inexplicables han perseguido a los distintos moradores de este emplazamiento, cabe reseñar que éstos “algo” verían en él, puesto que incluso a monarcas como al extranjero invasor José Bonaparte –el popular “Pepe Botella”, hermano del todopoderoso Napoleón-, le faltó tiempo, después de su proclamación como rey de España el 6 de julio de 1808, para emprender un misterioso proyecto que, debido a las circunstancias políticas, no llegó a concluir. Recordemos que José Bonaparte nunca fue visto con buenos ojos y que su dominio duró muy poco. De hecho, los libros de Historia apenas despachan su paso por nuestro país con unas pocas líneas poco esclarecedoras. Hacen referencia, eso sí, a que a él le debemos las trazas originales de la plaza de Oriente, dato éste de gran interés.
Sabemos que José I ostentaba el cargo de Gran Maestre dentro de la masonería, y que fue precisamente el impulsor en España de lo que se ha dado en denominar “masonería bonapartista”.
El proyecto masónico de la plaza de Oriente
Según explica José A. Ferrer Benimeli en su trabajo Evolución histórica de la masonería española : “Esta masonería bonapartista en España tiene gran importancia, pues se trata por primera vez en nuestro país de la implantación de la masonería de una forma sistemática y en condiciones favorables, sin interferencias ni prohibiciones, bien sea del gobierno o de la Inquisición. El hecho de que el propio rey José Bonaparte la favoreciera y ostentara el cargo de Gran Maestre explica cierta afluencia de españoles más ligados con el gobierno del rey `intruso´”. Pero volvamos a la plaza de Oriente porque Bonaparte quiso acometer “algo” en ese terreno. ¿Qué exactamente? Lo ignoramos puesto que no pudo ser finalizado, pero hay indicios para pensar que poseía un carácter simbólico tendente a recrear lo que ya existía en Francia. La plaza, pese a su nombre, está ubicada frente a la fachada Este del palacio. Su intención, al menos en apariencia, era dotar a Madrid de unos jardines como los Campos Elíseos de París . Pretendía que éstos llegasen hasta la plaza de Cibeles, para lo cual derribó sin miramientos lo que nadie se había atrevido a echar abajo: conventos, palacios y manzanas enteras de casas de gran valor artístico. Según explica Pedro Montoliú en Madrid, villa y corte. Historia de una ciudad : “El arquitecto Sivestre Pérez estudió la creación de un gran eje para unir la iglesia de San Francisco y el Palacio Real a través de un viaducto. Este eje se iba a enlazar, a su vez, con la Puerta del Sol” .
Aunque los hechos inexplicables han perseguido a los distintos moradores de este emplazamiento, cabe reseñar que éstos “algo” verían en él, puesto que incluso a monarcas como al extranjero invasor José Bonaparte –el popular “Pepe Botella”, hermano del todopoderoso Napoleón-, le faltó tiempo, después de su proclamación como rey de España el 6 de julio de 1808, para emprender un misterioso proyecto que, debido a las circunstancias políticas, no llegó a concluir. Recordemos que José Bonaparte nunca fue visto con buenos ojos y que su dominio duró muy poco. De hecho, los libros de Historia apenas despachan su paso por nuestro país con unas pocas líneas poco esclarecedoras. Hacen referencia, eso sí, a que a él le debemos las trazas originales de la plaza de Oriente, dato éste de gran interés.
Sabemos que José I ostentaba el cargo de Gran Maestre dentro de la masonería, y que fue precisamente el impulsor en España de lo que se ha dado en denominar “masonería bonapartista”.
El proyecto masónico de la plaza de Oriente
Según explica José A. Ferrer Benimeli en su trabajo Evolución histórica de la masonería española : “Esta masonería bonapartista en España tiene gran importancia, pues se trata por primera vez en nuestro país de la implantación de la masonería de una forma sistemática y en condiciones favorables, sin interferencias ni prohibiciones, bien sea del gobierno o de la Inquisición. El hecho de que el propio rey José Bonaparte la favoreciera y ostentara el cargo de Gran Maestre explica cierta afluencia de españoles más ligados con el gobierno del rey `intruso´”. Pero volvamos a la plaza de Oriente porque Bonaparte quiso acometer “algo” en ese terreno. ¿Qué exactamente? Lo ignoramos puesto que no pudo ser finalizado, pero hay indicios para pensar que poseía un carácter simbólico tendente a recrear lo que ya existía en Francia. La plaza, pese a su nombre, está ubicada frente a la fachada Este del palacio. Su intención, al menos en apariencia, era dotar a Madrid de unos jardines como los Campos Elíseos de París . Pretendía que éstos llegasen hasta la plaza de Cibeles, para lo cual derribó sin miramientos lo que nadie se había atrevido a echar abajo: conventos, palacios y manzanas enteras de casas de gran valor artístico. Según explica Pedro Montoliú en Madrid, villa y corte. Historia de una ciudad : “El arquitecto Sivestre Pérez estudió la creación de un gran eje para unir la iglesia de San Francisco y el Palacio Real a través de un viaducto. Este eje se iba a enlazar, a su vez, con la Puerta del Sol” .
¿Qué podía simbolizar todo ello? Da la impresión de querer reforzar la idea de poder. La Puerta del Sol, el centro de todo, quizá el Universo, el ojo que todo lo ve, la Providencia; el Sol, la luz divina, la luz de la verdad. La Cibeles, la diosa más poderosa, la gran maga... Isis. Hay que recordar que dentro de la espiritualidad masónica la figura de Isis cobra gran importancia. Isis es la viuda de Osiris, y el título “hijos de la viuda” que se da en la masonería viene en síntesis de ella.
Por desgracia, nunca podremos saber qué quiso reflejar con exactitud José Bonaparte con este proyecto, pero es muy posible que fiel a sus ideas, quisiese imprimir a Madrid nuevos aires renovadores.
Poltergeist en palacio
Sin embargo, hay más detalles misteriosos. En el emplazamiento que ocupa el Palacio Real, también construyeron los árabes su fortaleza (durante la etapa de dominación). Con posterioridad, los Austrias edificaron el Alcázar, que quedó reducido a cenizas después de un pavoroso incendio acaecido en la Nochebuena de 1734.
Ya antes del incendio, atribuido según las viejas leyendas madrileñas a las ánimas del purgatorio, en el Alcázar venían sucediéndose una suerte de fenómenos extraños que incluso se labraron un hueco en las crónicas de la época.
Jerónimo de Barrionuevo, cronista de la época, ya recogía en 1658, en sus famosos Avisos del Madrid de los Austrias sucesos extraordinarios: Muchos días ha que se oyen golpes en palacio, a pausas, desde la medianoche hasta que llega el día; y como se van llegando a ellos, se van apartando. Unas veces son en la torre del despacho del rey; otras en el reloj, a quien atan al volante, y ellos no dejan de continuar comenzando desde lo profundo de la capilla; con que el desvelo y miedo de las damas es grande... El cuidado del rey no es poco, ni las guardas que se ponen menos, y a mediodía se han visto menear los escritorios.
Aquí, Barrionuevo, parece estar dando cuenta de un fenómeno tipo poltergeist , o quizá de casa encantada, pero en cualquier caso, no se trata de un hecho aislado, puesto que en ese enclave, ya fuesen Austrias o Borbones quienes residieran, las cosas extrañas parecían acompañar al edificio o más propiamente al terreno que lo preside.
En el mismo año de la crónica de los golpes que tenían aterrorizados a los habitantes de palacio, Barrionuevo vuelve a dar cuenta de algo extraordinario. En esta ocasión se produce en la iglesia del Buen Suceso (era el Hospital de la Corte que contaba con su propia capilla). Allí había acudido un sirviente del duque de Alba a escuchar misa, cuando fue protagonista de un encuentro que a la postre resultaría mortal: se encontró con una hermosa dama a la que no era capaz de quitar el ojo debido a su belleza. Sin embargo, tras el oficio, quiso echarle una nueva ojeada y al hacerlo, horrorizado, descubrió que el rostro de la dama no era otro que ¡el de la misma muerte! El hombre quedó tan impresionado que allí mismo se desmayó y hubo de ser trasladado hasta su casa, donde poco después de dar testimonio de lo que había visto, falleció de la impresión recibida.
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