lunes, 14 de marzo de 2011

El peso exacto del alma

El peso físico del alma


Desde hace miles de años la creencia en la existencia física de eso llamado “alma” respira y se agita acaloradamente, pese a que, como todo el mundo sabe, no puede ser vista, tocada, oída o siquiera degustada. Platón, que prefería siempre las cosas que venían en paquetes tripartitos, rezongaba diciendo que el alma era la idea eterna que estaba formada por tres partes (una mental, una emocional y otra espiritual) y que, al morir, cada una tomaba su camino y el alma espiritual regresaba a la “dimensión luminosa” de donde –a su entender– procedían todas las almas.
Aristóteles extendió la noción y se despachó diciendo que todos los seres vivos tienen en sí un principio vital o alma –mortal– que regula todas sus funciones vitales, y que muere junto a él (las plantas tienen un alma vegetativa; los animales, un alma sensitiva; y los seres humanos, un alma racional).
Y las firmas siguen: Hesíodo dice: “es un aliento que mantiene la vida del cuerpo inanimado y que lo abandona cuando el ser humano muere o está moribundo o desmayado); Hegel :“la manifestación sensorial inferior del espíritu en su nexo con la materia”).

De carne somos
Pero todo siempre fue mero discurso y ahí se quedaba. Nada de experimentación, medición ni observación. Hasta que recién en 1907 el médico estadounidense Duncan Mac Dougall (de Haverhill, Massachusetts) osó hacer lo que ni a Platón ni a Aristóteles se les había ocurrido: pesar –literalmente– un alma. Decididamente, lo primero que hizo fue comprar una “cama-balanza” que –según lo engatusó el vendedor– era sensible al peso de un pelo. Así, la armó y la arrinconó cerca de la ventana de su oficina. Lo que le faltaba entonces eran candidatos que dejaran pesar su yo interior más íntimo. Nadie sabe cómo, pero para febrero de ese año había reclutado a seis moribundos (cuatro de tuberculosis, uno de diabetes y el sexto de causas no especificadas). Y así fue: los observó antes, durante y después del proceso de muerte y midió puntillosamente cada cambio de peso. El resultado parecía coincidir en cada caso: exactamente, 21,262142347500003 gramos era la diferencia entre el peso del cuerpo viviente y del cadáver. O dicho en otras palabras, que el alma no sólo existía, tenía masa, sobre ella también actuaba la gravedad y pesaba lo mismo que una moneda de cinco centavos, una barrita de chocolate, una feta de jamón o un colibrí.


Mac Dougall estaba tan entusiasmado con todo el asunto de jugar a la balanza que repitió el experimento con 15 perros que, luego de muertos, no registraron la sustracción de los famosos 21 gramos (para el médico todo cuadraba: sin dudas, ésta era la prueba por excelencia de que los únicos que gozaban de alma eran los seres humanos).
Como un reguero de pólvora, la noticia se filtró y apareció el 11 de marzo de 1907 en la página 5 del New York Times (bajo el título, “Soul Has Weight, Physician Thinks”) antes de que la revista American Medicine aceptara publicar el estudio de Mac Dougall en su número de abril de ese año (el trabajo se llamó “Hypothesis concerning soul substance together with experimental evidence of the existence of such substance”).
Lo curioso es que la “evidencia experimental” consistió en sólo 6 pacientes (una muestra demasiado pequeña), sin hablar del hecho de que Mac Dougall –que murió sin pena ni gloria en 1920– nunca precisó a qué se refería con “muerte” (si muerte cerebral, muerte celular, muerte legal, etc.) o si los famosos 21 gramos no se relacionaban, en verdad, con el sudor, el cese de la respiración, la coagulación de la sangre, el vaciamiento de los pulmones o, lisa y llanamente, que la cama-balanza andaba mal.






Después en el año 52 el científico Francis Crick y James Watson descubrieron que al fallecer ciertas estructuras cerebrales desaparecían al morir y el peso de estas oscilan entre los 21 g, se supone que esta zona que se pierde se le denominó conciencia -alma… ya que esta zona del cerebro es la que domina esas acciones de la conducta humana.
Fotografiando la muerte 1
Fotografiando la muerte 2

El misterio de la tumba de Mary Jay

El sepulcro que siempre aparece con flores frescas.
Dartmoor es una región situada en el centro del condado de Devon, Inglaterra. Sus paisajes son un bello parque nacional de 953 km² que inspira muchas leyendas, alguna de ellas tan viva como el misterio que rodea a la tumba de Mary Jay.
Dartmoor es muy conocido por ser el escenario de la novela de Sir Arthur Conan Doyle, “El perro de Baskerville” (1902), tal vez la más famosa de todas las protagonizadas por Sherlock Holmes, y también por el misterio del sepulcro de Mary Jay.
A finales de 1700, una niña recién nacida fue abandonada a las puertas de “La Casa de Pobres” de Newton Abbot. Como era costumbre se la dio un nombre común que empezara por la letra que en ese momento tocaba, en este caso la “J”.
Buscando un nombre se la llamo “Jay” que es como se pronuncia la jota en ingles. Y como en el argot de la época también así se las llamaba a las prostitutas se le añadió el nombre de Mary.
Mary Jay estuvo en la casa Wolborough hasta la adolescencia, donde cuidaba de los niños más pequeños. Tiempo después fue enviada a la granja Canna a las afueras de Manaton. Allí entro de aprendiz, lo que significaba trabajar tanto en la casa como en el campo. Una vida muy dura con días muy largos y tareas muy pesadas. Un lugar donde una comida caliente y ropa de abrigo eran todo un lujo.


Al poco tiempo la bella Mary Jay o Kitty Jay como también se la conoce, comenzó a recibir la atención del hijo del agricultor. Quedo embarazada de este y por ello sufrió el rechazo de la familia. Repudiada la echaron de la granja con fama de prostituta. Otra versión de la leyenda dice que fue violada.
Ella sabía muy bien que con ese falso rumor, nunca podría encontrar empleo en la comarca. Tampoco quiso volver a Wolborough por la enorme vergüenza de estar embaraza. Jay acuciada tomó una trágica decisión final, ahorcándose en uno de los graneros cercanos.
Su cuerpo como era costumbre no podía descansar en tierra consagrada. Incluso tras su muerte las tres parroquias locales de Widecombe-in-the-Moor, North Bovey y Manaton rechazaron enterrarla como suicida que era.
Por ello sus restos descansan en un cruce de caminos, una tumba muy visitada en la tierra magica de Dartmoor. La leyenda cuenta que este singular sepulcro, siempre tiene flores frescas en cualquier época del año y que nadie las deja. También se dice que la tumba es visitada a menudo por “Los Pixies”, pequeños seres, hadas esbeltas, que viven en los bosques cercanos. Algunos motoristas que han pasado la noche junto al enterramiento dicen que han podido ver incluso la figura del hijo del campesino penando por el alma de J.
Hoy dia Dartmoor se halla bajo la supervisión de la Autoridad del Parque Nacional de Dartmoor (Dartmoor National Park Authority). Ciertas áreas de Dartmoor han sido usadas como campo de prácticas militares durante más de 200 años. En el resto del Parque se permite la entrada al público. Es un destino turístico popular en Inglaterra, donde la gente visita la tumba siempre cubierta de flores que supuestamente nadie deja.

 
La tumba de Mary Jay

El enigma de los ataudes deslizantes de Barbados

El 6 de julio de 1812 en las cercanías de la bahía de Oistin (Isla de Barbados), un grupo de enterradores se dirige al cementerio de Christ Chursh con el cuerpo difunto de la señora Dorcas Chase.

En el panteón familiar, una edificación sólida, construida con grandes bloques de coral unidos con cemento, se encuentran ya los ataúdes de Thomasina Goddard y Mary Anna María Chase, enterradas en 1807 y 1808 respectivamente. La pesada losa que cubre la tumba familiar, de 4 por 2 metros de superficie y semienterrada a la entrada del camposanto, es retirada con gran trabajo por el personal, debido a su considerable peso, y el ataúd es entrado posteriormente en su interior. Las tinieblas son cerradísimas allí dentro, y cuando los sepultureros encienden sus quinqués, se encuentran con una visión realmente aterradora. El ataúd de Mary Anna María había sido movido hacía un rincón y el de la señora Goddard, se encontraba ahora pegado contra la pared opuesta a la entrada. Los enterradores y familiares asistentes no dan crédito a sus ojos y la tumba es de nuevo cerrada con gran dificultad, no sin antes haber depositado en el suelo el ataúd de Dorcas Chase y puestos de nuevo en su sitio los otros dos.




El suceso conmovió a toda la familia y no comprendían cómo unos ataúdes, a la sazón revestidos de plomo, habían sido removidos en semejante lugar. En un intento por buscar culpables y racionalizar lo sucedido, se acuso a los esclavos negros de tal profanación. Se sabía que los negros habían asistido al entierro de la primera hermana Chase y que era poca la simpatía que tenían por el patriarca Thomas Chase, cuyo comportamiento cruel y tiránico había llevado al suicidio a su hija Dorcas. Sin embargo, los negros antillanos rechazaron la acusación y en su lugar mostraron miedo y respeto por lo que consideraban era obra de los espíritus. ¿Quién, entonces, era el responsable de tan macabra broma?. Nada de todo aquello tenía el menor sentido pues los ataúdes, aparte de ser removidos, no habían sufrido ningún deterioro ni faltaba pieza alguna que hiciera pensar en un robo. ¿Es posible que los negros se tomaran molestia tan grande para obtener unos resultados tan insignificantes? No es probable, y el suceso así quedó, hasta que un mes más tarde, el 9 de agosto de 1812, Thomas Chase murió también, siendo llevado su cuerpo al mismo panteón. En esta ocasión, los ataúdes seguían estando en su sitio, pero el 25 de septiembre de 1816, cuando la losa fue de nuevo levantada para enterrar a un niño llamado Samuel Brewster Ames, los ataúdes volvieron a encontrarse desordenados. Como en ocasiones anteriores, la culpa recayó otra vez sobre los negros, que retornaron en su insistencia de que ellos no habían sido.
El 17 de noviembre se creó una gran expectación en Oistin, cuando otro difunto fue trasladado desde el cementerio de St Philips al panteón familiar de los Chase. Una gran multitud se congregó en el lugar para observar los extraños movimientos de ataúdes. Cuando la bóveda fue abierta, todos los féretros habían sido cambiados de lugar. El de la señora Goddard, se hallaba deteriorado y roto por el desgaste y desplazado a la pared opuesta, y todos los demás sarcófagos, desperdigados en desorden por el suelo. Inútilmente se trató de descubrir algún indicio que explicara lo sucedido. Las paredes, el suelo y el techo, seguían estando en buen estado y no existía recodo alguno por el que pudieran pasar los posibles bromistas. Los ataúdes fueron reordenados, y la pesada losa fue vuelta a cimentar en su sitio.


Dibujos de Nathan Lucas, posición inicial y posición en la que se encontraron en abril de 1820.









Durante tres años, el panteón, que no había sido vuelto a abrir, fue objeto de la visita de los curiosos. Su fama llegó incluso a Europa y muchos fueron los que tomaron interés por ese misterioso cementerio de Barbados. El 17 de julio de 1819, Thomasina Clarke, murió, y su cuerpo fue trasladado al panteón. Para entonces, hasta el mismo gobernador de Barbados, el vizconde de Combermere, asistió al sepelio, acompañado por un centenar de observadores deseosos de encontrarse con el misterioso fenómeno. Y sus ansias quedaron satisfechas pues cuando los albañiles retiraron la losa, los ataúdes del interior se hallaban otra vez desordenados y desperdigados por todo el lugar. El registro que se hizo por los peones fue realmente exhaustivo, pero, como en ocasiones anteriores, no se encontró ningún indicio de profanación. Los féretros fueron entonces colocados en su sitio y se decidió recubrir el suelo entero de fina arena, para descubrir las huellas del posible culpable. Cuando la bóveda volvió a ser tapada, el vizconde de Combermere y dos funcionarios, marcaron el cemento con su sello, formando así una película infranqueable.


El 18 de abril de 1820, el panteón volvió a ser abierto. Hasta entonces el lugar no había sido utilizado, pero la expectación despertada en el público y el deseo del vizconde Combermere por comprobar si su experimento había dado resultado, hicieron que ese 18 de abril, se desvelara el misterio, a pesar de no haber ningún finado para ocupar un hueco en la sepultura. El vizconde Combermere, acompañado del Honorable Nathan Lucas, el secretario de gobernación, mayor J. Finch, el señor Rowland Cotton, el señor R. Bowcher Clark y el reverendo Thomas Orderson, se dirigieron al cementerio de Christ Church, con un grupo de asustados peones negros, dispuestos a levantar la losa.
Todo estaba como lo habían dejado, es decir: el cemento estaba intacto y los sellos oficiales seguían en su lugar, sin haber sufrido ninguna perturbación. Con esto, todos pensaron que el interior se encontraría también en buen estado, pero cuando el cemento fue picado y la losa retirada a un lado, se sorprendieron al escuchar un extraño rozamiento surgiendo de la oscura bóveda. Uno de los ataúdes de plomo había sido arrojado contra la losa y al ser retirada esta por los albañiles negros, la sepultura había sido arrastrada con ella. Los cada vez más aterrorizados negros comprobaron que el ataúd de Mary Anna María, se encontraba ahora empotrado en la pared del fondo, y del tal manera, que incluso el muro había sufrido daños. Los demás féretros estaban diseminados por el suelo de forma caótica. El vizconde Combermere, no daba crédito a sus ojos. El exterior de la bóveda seguía estando tan sólido como siempre, por lo que nadie podía haberse colado dentro por algún resquicio, y la fina arena depositada en el pavimento interior, no presentaba muestras de huellas o de presencia humana. Si alguien había entrado allí, pensó el vizconde, desde luego no era de este mundo.
El honorable Nathan Lucas, dijo de la inspección que hizo del lugar:
«Examiné los muros, el arco y toda la bóveda: todo era igualmente antiguo; un albañil, en mi presencia, golpeó minuciosamente el suelo con un martillo: todo era sólido. Confieso que no puedo explicar los movimientos de esos ataúdes de plomo. Ciertamente, no se trata de ladrones, y en cuanto a broma pesada o truco, hubiese sido necesaria la participación de demasiada gente y el secreto hubiera sido descubierto; y en cuanto a que los negros hayan tenido algo que ver, su miedo supersticioso a los muertos y a todo lo que con ellos se relaciona, excluye cualquier idea de esa clase. Todo lo que sé es que ocurrió y que yo fui testigo del hecho.” »

Otras de las posiciones posteriores.
Desde aquel día, los ataúdes no volvieron a dar motivos para el misterio, pues todos ellos fueron sacados de la bóveda y trasladados a otros lugares del cementerio. Jamás se llegó a saber qué ocasionó semejante suceso incongruente y nunca más se le volvió a dar publicidad. Una multitud de teorías surgieron en aquella época, tratando de solucionar el enigma pero ninguna era lo suficientemente sólida como para validarla. Se habló de pequeños seísmos, de negros vengativos, de bromistas recalcitrantes, pero todas fueron desechadas por falta de consistencia y de pruebas. El misterio continuó así, y aún hoy se sigue hablando en Barbados del misterio de los ataúdes deslizantes.
En la actualidad el panteón está vacío y puede ser visitado por los curiosos que desean rememorar aquel extraño incidente. Sin embargo, no es necesario trasladarse hasta allí para encontrarse con caprichosos ataúdes andarines. “Antiguas Historias Antillanas” fue un libro publicado por sir Algernon Aspinall. En él, el autor nos describe un suceso similar acaecido en Stanton (Suffolk, Inglaterra) en 1815. Como en Barbados, los ataúdes de Stanton habían sido movidos al menos en tres ocasiones, llegando incluso a ascender unas empinadas escaleras. En 1867, el señor F.C. Paley, de Gretford, en las cercanías de Stamford (Lincolnshire, Inglaterra), relataba un hecho similar sucedido en un panteón local y confirmado por varios testigos. Al igual que en los dos anteriores, los ataúdes fueron removidos repetidamente, quedando incluso alguno de ellos, apoyados verticalmente contra la pared. En 1844, en Arensburg, en la isla báltica de Oesel, ocurrió algo parecido en el panteón familiar de los Buxhoewen. En el transcurso de un misa por los funerales de un familiar, se dejó sentir en el interior de la bóveda privada, unos extraños ruidos que alertaron inmediatamente a los concurrentes. Los más atrevidos, abrieron el panteón y descubrieron boquiabiertos, cómo los féretros de sus difuntos se encontraban desperdigados por el suelo, sin orden alguno.
Con el tiempo, el presidente del tribunal eclesiástico local, el barón de Guldenstabbe, encabezó una investigación oficial y ordenó que la bóveda se abriera. Los ataúdes, pese a haber sido reordenados, y la puerta principal cerrada con llave, se encontraban de nuevo desordenados y dispuestos en difíciles posiciones.
El barón Guldenstabbe, lejos de atribuir el misterio a agentes sobrenaturales, ordenó que el suelo del panteón fuera picado y levantado, con la intención de encontrar algún pasadizo secreto por el cual pudieran haberse colado los bromistas o los profanadores de tumbas (profanadores inexistentes, pues jamás fue robado nada). No obstante, el resultado fue negativo, no encontrándose ningún resquicio sospechoso. La Bóveda fue de nuevo pavimentada, y como ocurriera en Barbados, su suelo recubierto, en esta ocasión, de ceniza, mucho más sensible a las huellas que la arena. Como en Christ Church, también aquí se imprimieron sellos ocultos en la losa, que se romperían en caso de que alguien la abriera secretamente; además, el barón dispuso que unos soldados vigilaran el lugar durante tres días y tres noches. Cumplido el plazo, el comité investigador se desplazó otra vez al cementerio. Los sellos secretos permanecían intactos, la ceniza desperdigada en el suelo, no presentaba señales de huellas, pero los ataúdes, de nuevo estaban desperdigados en el interior de la bóveda, estando algunos rotos o boca abajo. El comité de Arensburg y los Buxhoewden, rendidos ante la evidencia, no pudieron hacer otra cosa que trasladar los féretros a otro cementerio y dejar que la providencia explicara algún día el misterio; lo que nunca ocurrió.
El misterio de los ataúdes deslizantes, tanto en Barbados, como en Stanton, en Stamford o en Arensburg, sigue siendo un misterio insoluble. Muchos fueron los que intentaron dar una explicación plausible al fenómeno, sin que ninguna de ellas, como hemos indicado antes, resultara consistente. En cuanto a Barbados, se sabe que el lugar se encuentra rodeado por un cinturón sísmico que posiblemente fuera el causante del movimiento de los ataúdes, pero también se sabe que en esas fechas no se registró presencia sísmica en la zona y que, de haber sido así, todos los ataúdes del cementerio se hubiesen movido y no sólo los del panteón familiar de los Chase. Corrientes subterráneas e inundaciones, fueron otras de las teorías barajadas. Pero la bóveda de Oistin, estaba por encima del nivel del terreno y su estructura era estanca; lo mismo ocurría en Stanton, Stamford y Arensburg.
George Hunte, autor de “Barbados”, un libro en el que se trata del misterio de los ataúdes, ofreció una teoría que intentaba explicar el suceso: “El gas de unos cuerpos en descomposición, y no espíritus malignos, fue responsable de las violentas separaciones y del desorden que desbarató el trabajo de los enterradores”. Aunque esta hipótesis parecía, en parte, solucionar el problema, nadie se preguntó cómo era posible que unos simples gases de procedencia humana podían mover unos féretros recubiertos de pesado plomo, de los que cuatro hombres apenas eran capaces de mover.
El misterio siguió y seguirá, me temo, sin solución, para el resto de la vida. Todas las hipótesis vertidas en el asunto, con la intención de explicarlo, han fracasado irremediablemente. Sólo cabe, pues, buscar su origen en otro lugar quizás no tan humano. Ante enigmas como este, uno se siente tentado en pensar en influencias del Más Allá, o en una capacidad psíquica desconocida hasta el momento, capaces de mover objetos pesados y ocultos con la simple fuerza de la mente. Es posible que, por razones fuera de toda lógica, los asistentes a aquellos sepelios, utilizaran sin saberlo una capacidad mental extraordinaria e inconsciente, causantes de ese deslizamiento sin sentido de los ataúdes; esto, reforzado con la convicción, el miedo y el deseo de los que se agregaban para encontrarse con el fenómeno, pudo potenciar aún más el suceso, hasta que, simplemente, se suprimía trasladando los féretros a otros lugares, acabando así con la tentación involuntaria de los eventuales psíquicos. Sin embargo esto no deja de ser una teoría más, tan válida o inválida como las anteriores, que en ningún caso clarifica contundentemente el suceso. El misterio de los ataúdes deslizantes, es, y seguirá siendo, un asunto para los hechos insólitos, y patrimonio del acervo popular.
Los ataudes de Barbados

El enigma de las rocas andantes del Valle de la Muerte

Las piedras andantes



El fenómeno de las Sliding Rocks, como se conoce popularmente, es una de las cosas más curiosas que he encontrado en los últimos tiempos. Rocas desde 200 gramos hasta 300 kilos, se deslizan a su antojo por la superficie yerma de Racetrack Playa, un lago desecado en el Valle de la Muerte (California). Este lugar es el punto más bajo de Estados Unidos y donde se suelen alcanzar las temperaturas más elevadas de todo el país. Los primeros estudios sobre este suceso se dieron allá por la década de los años cincuenta, aunque ya existen observaciones documentadas desde el año 1915.


Decenas de geólogos y estudiosos han tratado desde entonces dar una explicación sensata a este fenómeno, aunque por el momento, todas y cada una de ellas han ido siendo descartadas tras probar su imposibilidad. Lo único que parece claro es que las piedras se deslizan en los periodos de lluvias, puesto que los surcos que dejan son suaves y se deduce que se forman sobre el barro.
La acción humana está descartada, puesto que está prohibido entrar en el lago en esas épocas porque las huellas producidas sobre la superficie pueden permanecer allí durante años, rompiendo de ese modo la naturaleza del lugar. Y esas huellas delatarían el movimiento humano alrededor de las rocas. Aclaro que este es uno de los lugares más secos de Norteamérica y que las escasas lluvias tan solo caen en los meses de invierno, pero cuando esto sucede, gran parte de la superficie del lago se llena con una fina capa de agua de apenas unos centímetros. Descartada la mano del hombre, paso a otras teorías.


Movimientos sísmicos. Esta fue una de las primeras teorías, aunque pasados los años, la tecnología ha demostrado que las piedras se siguen moviendo sin ningún registro sismológico.
Movimientos causados por el hielo y la acción del viento. Esta teoría ha sido la que más fuerza a tomado durante muchos años. Se decía que al helarse la capa de agua, los fuertes vientos movían las rocas de lugar. Claro está que no hay que ser un lumbreras para saber que las piedras deberían de estar sobre el hielo, y no unidas a él. Además, estudios posteriores han demostrado que no existen vientos tan fuertes en la tierra para poder mover piedras de ese tamaño. Otros estudios posteriores marcaron grupos de piedras dentro de círculos y pasado un tiempo, algunas piedras de esos círculos se habían deslizado y otras no, y curiosamente, algunas lo habían hecho en direcciones opuestas, de modo, que la teoría del hielo queda también totalmente descartada.








En este punto aclaro un poco el movimiento documentado de las rocas. Algunas de ellas se han llegado a deslizar más de cuatrocientos metros, otras, apenas unos centímetros. Las trayectorias que trazan son totalmente dispares y aleatorias, es cierto que muchas piedras trazan trayectorias paralelas y exactas, pero tarde o temprano se acaba por romper la simetría y cada una acaba por un lado. Incluso en algunos estudios, en los que las piedras fueron marcadas, una de ellas desapareció sin rastro y apareció mucho tiempo atrás en la punta opuesta del lago.
 Otras teorías:
Movimientos por atracciones magnéticas, es cierto que las entrañas de este lugar son bastante inestables y están surcada por muchas fallas, donde los movimientos del magma son más superficiales y las atracciones magnéticas pueden ser más grandes que en otros puntos, aunque esta teoría, al igual que la de los movimientos sísmicos, también han sido descartadas gracias a la moderna tecnología, que ha probado que ni de lejos, esto sería capaz de mover esas piedras.




Y por último y posiblemente la más sensata y simple, movimiento por gravedad. Las observaciones muestran que la gran parte de las piedras se mueven hacia el centro del lago, el desnivel de toda la superficie es apenas imperceptible. Hasta aquí bien, si no fuera porque NO todas las piedras lo hacen, algunas de ellas se mueven en sentido contrario o incluso vuelven sobre sus mismos rastros en sentido contrario al que lo hicieron algún día. Pero aquí entra de nuevo el agua, supongo que cuando llueve, al estar la tierra muy agrietada, el agua se cuela hasta una profundidad considerable, cuando se vuelve a secar, primero lo hacen las capas superiores que en cierto modo, sellan a las capas inferiores, esto hace que se creen pequeños montículos que con el paso de los años pueden tener la pendiente suficiente para que la sola gravedad deslice las piedras. Cuando las piedras están en la zona alta de esos montículos, lógicamente se deslizan hacía el centro del lago, pues el desnivel de este ayuda a que vayan hacia esa dirección, en cambio, si están en el lado opuesto del montículo, se deslizan en sentido contrario. Esta teoría también explicaría porque viajan paralelamente en muchos casos y en otros no. También explicaría porque algunas piedras se mueven y otras que están junto a ellas no lo hacen, los pesos y los tamaños son decisivos en estos casos.




Se podría pensar que la superficie de este lago está viva en cierto modo, y que los aleatorios abombamientos y aplanamientos son los que mueven a su antojo a todas estas rocas. Aunque claro, esto está sin probar todavía porque los procesos son tan lentos que no es nada fácil.

Los lugareños no se complican tanto la vida, y atribuyen estos movimientos a los espíritus de los antiguos guerreros indios que por algún motivo, quedaron atrapados en estas enigmáticas rocas.
Piedras viajeras

Regimiento Norfolk - Desaparición masiva

La nube que se llevó a 267 soldados.



La Batalla de Gallipoli o Batalla de los Dardanelos, tuvo lugar en la península turca de Gallipoli en 1915 durante la 1º guerra mundial y en este episodio de la guerra ocurrió una de las desapariciones masivas (267 soldados) más famosas y enigmáticas de la historia.


Entre marzo y agosto de 1915 las tropas aliadas tratan de conquistar la península de Gallipoli, Turquía. El 21 de agosto, al sur de la bahía de Suyla, 22 soldados neozelandeses pertenecientes al cuerpo de ingenieros observan desde una posición elevada cómo tropas del Comando Unido de Australia y Nueva Zelanda (CUANZ) intentan tomar la cota 60.
A media mañana ven una densa nube de forma singular descender hasta cubrir el lecho seco de un río cercano a esa cota. Aparece entonces un batallón inglés, que sube por el lecho del río para ir a apoyar a la CUANZ.


267 soldados británicos continúan su marcha, entrando en la nube. Pero no saldrán de ella nunca más. Nada más desaparecer el último de los ingleses en su interior, la nube se eleva suavemente para alejarse flotando poco a poco, en dirección contraria a la del viento.
Tres de los soldados neocelandés relatarán este incidente 50 años después, durante una reunión conmemorativa de la CUANZ. Documentos de la época corroboran que un batallón del regimiento Norfolk, el quinto, desapareció en Gallípoli durante un ataque, pero demuestran también que los tres testigos, tal vez por el tiempo transcurrido desde entonces, cometieron bastantes imprecisiones en su narración. Para empezar, ellos hablaban de un regimiento entero, no de un batallón; el hecho tuvo lugar el 12 de agosto, no el 21, y sucedió a 5 km del lugar que pensaban.




Por otro lado, cabe decir que aunque el 5º de Norfolk figura como desaparecido, en 1919 se recuperaron 122 de sus cadáveres, y la ausencia de los otros 145 tal vez se explicaría por un fenómeno de putrefacción acelerada. Todo esto lleva a dudar del testimonio de los tres ingenieros neozelandeses, a quienes pudo haber confundido un efecto óptico, o cuyos recuerdos pudieron verse distorsionados por el paso de los años y la sugestión mutua.
No obstante a día de hoy existen supuestas hipótesis que intentan descubrir porque el 5ª batallón del Regimiento Real de Norfolk, compuesto por 267 hombres, se desvaneció al atravesar una extraña nube., incluso esta más que presente el tema de la abducción.






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¿Realidad o leyenda?, quizás algo de ambas, ya que el batallón de Norfolk no es el único grupo de soldados desparecido misteriosamente a lo largo de la Historia. En 1707, 4000 hombres del archiduque Carlos de Habsburgo desaparecieron sin dejar rastro mientras cruzaban los pirineos; en 1858, un cuerpo expedicionario francés de 650 zuavos se evaporó camino de Saigón; en diciembre de 1923, 3000 soldados chinos apostados a lo largo de Yang-Tsé se volatilizaron durante la noche. ¿Deserciones masivas o hechos extraños sin explicación natural?, nunca lo sabremos.
 
 
 
 
Grandes batallas de la historia - Gallipoli